miércoles, 30 de mayo de 2012

SEGUIR ADELANTE







Caminar por lugares desconocidos y saber que en el primer paso puede haber derrumbes,

o no..


La realidad puede ser mas simple, que no hallar un suelo firme,

la seguridad que da una intuición. 


Tener la certeza de que todo va a salir bien, sin planes, sin mapas, sin instrucciones.. 


Seguir adelante tropezar, caer..

en fin, levantarse y seguir.. 


Creer en lo que los ojos no puede ver, creer solo en mi.

jueves, 10 de mayo de 2012

ideas: outre monde*


FALSAMENTE TUYO, CHARLES BUKOWSKI






“Querida, encuentra lo que amas y deja que te mate. Deja que consuma de ti tu todo. Deja que se adhiera a tu espalda y te agobie hasta la eventual nada. Deja que te mate, y deja que devore tus restos. Porque de todas las cosas que te matarán, lenta o rápidamente, es mucho mejor ser asesinado por un amante.”









Charles Bukowski

sábado, 5 de mayo de 2012

¿QUE SON?






seres humanos, personas: 


¿que son, de donde vienen, a donde van?

...

¿por quien y porque viven o sobreviven? 

...

el ser humano vive y las personas sobreviven??

...

deberían de ser humanos por convicción 
y no seguir siendo personas por herencia??






EXTRACCIÓN DE LA PIEDRA DE LA LOCURA









La luz mala se ha avecinado y nada es cierto. Y si pienso en
todo lo que leí acerca del espíritu. Cerré los ojos, vi cuerpos
luminosos que giraban en la niebla, en el lugar de las
ambiguas vecindades. No temas, nada te sobrevendrá, ya no
hay violadores de tumbas . El silencio, el silencio siempre,
las monedas de oro del sueño.
Hablo como en mí se habla. No mi voz obstinada en
parecer una voz humana sino la otra que atestigua que no he
cesado de morar en el bosque.
Si vieras a la que sin ti duerme en un jardín en ruinas en la
memoria. Allí yo, ebria de mil muertes , hablo de mí
conmigo sólo por saber si es verdad que estoy debajo de la
hierba. No sé los nombres. ¿A quién le dirás que no sabes?
Te deseas otra. La otra que eres se desea otra. ¿Qué pasa en
la verde alameda? Pasa que no es verde y ni siquiera hay una
alameda. Y ahora juegas a ser esclava para ocultar tu corona
¿otorgada por quién? ¿quién te ha ungido? ¿Quién te ha
consagrado? El invisible pueblo de la memoria más vieja.
Perdida por propio designio, has renunciado a tu reino por
las cenizas. Quien te hace doler te recuerda antiguos homenajes.
No obstante, lloras funestamente y evocas tu locura y
hasta quisieras extraerla de ti como si fuese una piedra, a
ella, tu solo privilegio. En un muro blanco dibujas las
alegorías del reposo, y es siempre una reina loca que yace
bajo la luna sobre la triste hierba`del viejo jardín. Pero no
hables de los jardines, no hables de la luna, no hables de la
rosa, no hables del mar. Habla de lo que sabes. Habla de lo
que vibra en tu médula y hace luces y sombras en tu
mirada, habla del dolor incesante de tus huesos, habla del
vértigo, habla de tu respiración, de tu desolación, de tu
traición. Es tan oscuro, tan en silencio el proceso a que me
obligo. Oh habla del silencio.
De repente poseída por un funesto presentimiento de un
viento negro que impide respirar, busqué el recuerdo de
alguna alegría que me sirviera de escudo, o de arana de
defensa, o aun de ataque. Parecía el Eclesiastés: busqué en
todas mis memorias y nada, nada debajo de la aurora de
dedos negros. Mi oficio (también en el sueño lo ejerzo) es
conjurar y exorcizar. ¿A qué hora empezó la desgracia? No
quiero saber. No quiero más que un silencio para mí y las
que fui, un silencio como la pequeña choza que encuentran
en el bosque los`niños perdidos. Y qué sé yo qué ha de ser
de mí si nada rima con nada.
Te despeñas. Es el sinfin desesperante, igual y no obstante
contrario a la noche de los cuerpos donde apenas un manantial
cesa aparece otro que reanuda el fin de las aguas.
Sin el perdón de las aguas no puedo vivir. Sin el mármol
final del cielo no puedo morir.
En ti es de noche. Pronto asistirás al animoso encabritarse
del animal que eres. Corazón de la noche, habla.
Haberse muerto en quien se era y en quien se amaba,
haberse y no haberse dado vuelta como un cielo tormentoso
y celeste al mismo tiempo.
Hubiese querido más que esto y a la vez nada.
Va y viene diciéndose solo en solitario vaivén. Un perderse
gota a gota el sentido de los días. Señuelos de conceptos.
Trampas de vocales. La razón me muestra la salida del
escenario donde levantaron una iglesia bajo la lluvia: la
mujer-loba deposita a su vástago en el umbral y huye. Hay
una luz tristísima de cirios acechados por un soplo maligno.
Llora la niña-loba. Ningún dormido la oye. Todas las
pestes y las plagas para los que duermen en paz.
Esta voz ávida venida de antiguos plañidos. Ingenuamente
existes, te disfrazas de pequeña asesina, te das miedo frente
al espejo. Hundirme en la tierra y que la tierra se cierre sobre
mí. Éxtasis innoble. Tú sabes que te han humillado hasta
cuando te mostraban el sol. Tú sabes que nunca sabrás
defenderte, que sólo deseas presentarles el trofeo, quiero
decir tu cadáver, y que se lo coman y se lo beban.
Las moradas del consuelo, la consagración de la inocencia,
la alegría inadjetivable del cuerpo.
Si de pronto una pintura se anima y el niño florentino que
miras ardientemente extiende una mano y te invita a
permanecer a su lado en la terrible dicha de ser un objeto a
mirar y admirar. No (dije), para ser dos hay que ser distintos.
Yo estoy fuera del marco pero el modo de ofrendarse es el
mismo.
Briznas, muñecos sin cabeza, yo me llamo, yo me llamo
toda la noche. Y en mi sueño un carromato de circo lleno de
corsarios muertos en sus ataúdes. Un momento antes, con
bellísimos atavíos y parches negros en el ojo, los capitanes
saltaban de un bergantín a otro como olas, hermosos como
soles.
De manera que soñé capitanes y ataúdes de colores
deliciosos y ahora tengo miedo a causa de todas las cosas
que guardo, no un cofre de piratas, no un tesoro bien
enterrado, sino cuantas cosas en movimiento, cuantas
pequeñas figuras azules y doradas gesticulan y danzan (pero
decir no dicen), y luego está el espacio negro -déjate caer,
déjate caer- umbral de la más alta inocencia o tal vez tan
sólo de la locura. Comprendo mi miedo a una rebelión de las
pequeñas figuras azules y doradas. Alma partida, alma
compartida, he vagado y errado tanto para fundar uniones
con el niño pintado en tanto que objeto a contemplar, y no
obstante, luego de analizar los colores y las formas, me
encontré haciendo el amor con un-muchacho viviente en el
mismo momento que el del cuadro se desnudaba y me poseía
detrás de mis párpados cerrados.
Sonríe y yo soy una minúscula marioneta rosa con un
paraguas celeste yo entro por su sonrisa yo hago mi casita en
su lengua yo habito en la palma de su mano cierra sus dedos
un polvo dorado un poco de sangre adiós oh adiós.
Como una voz no lejos de la noche arde el fuego más
exacto. Sin piel ni huesos andan los animales por el bosque
hecho cenizas . Una vez el canto de un solo pájaro te había
aproximado al calor más agudo. Mares y diademas, mares
y serpientes . Por favor, mira cómo la pequeña calavera de
perro suspendida del cielo raso pintado de azul se balancea
con hojas secas que tiemblan en torno de ella. Grietas v
agujeros en mi persona escapada de un incendio . Escribir es
buscar en el tumulto de los quemados el hueso del brazo
que corresponda al hueso de la pierna. Miserable mixtura.
Yo restauro, yo reconstruyo, yo ando así de rodeada de
muerte. Y es sin gracia, sin aureola. sin tregua. Y esa voz,
esa elegía a una causa primera: un grito, un soplo, un
respirar entre dioses. Yo relato mi víspera. ¿Y qué puedes
tú? Sales de tu guarida y no entiendes. Vuelves a ella y ya no
importa entender o no. Vuelves a salir y no entiendes. No
hay por donde respirar y tú hablas del soplo de los dioses.
No me hables del sol porque me moriría . Llévame como
a una princesita ciega, como cuando lenta y cuidadosamente
se hace el otoño en un jardín.
Vendrás a mí con tu voz apenas coloreada por un acento
que me hará evocar una puerta abierta, con la sombra de un
pájaro de bello nombre, con lo que esa sombra deja en la
memoria, con lo que permanece cuando avientan las cenizas
de una joven muerta, con los trazos que duran en la hoja
después de haber borrado un dibujo que representaba una
casa, un árbol, el sol y un animal.
Si no vino es porque no vino. Es como hacer el otoño.
Nada esperabas de su venida. Todo lo esperabas. Vida de tu
sombra ¿qué quieres? Un transcurrir de fiesta delirante, un
lenguaje sin límites, un naufragio en tus propias aguas, oh
avara.
Cada hora, cada día, yo quisiera no tener que hablar.
Figuras de cera los otros y sobre todo yo, que soy más otra
que ellos. Nada pretendo en este poema si no es desanudar
ni¡ garganta.
Rápido, tu voz más oculta. Se transmuta, te transmite.
Tanto que hacer y yo me deshago. Te excomulgan de ti.
Sufro, luego no sé. En el sueño el rey moría de amor por mí.
Aquí, pequeña mendiga, te inmunizan. (Y aún tienes cara de
niña; varios años más y no les caerás en gracia ni a los
perros).
Mi cuerpo se abría al conocimiento de mi estar
y de mi ser confusos y difusos
mi cuerpo vibraba y respiraba
según un canto ahora olvidado
yo no era aún la fugitiva de la música
yo sabía el lugar del tiempo
y el tiempo del lugar
en el amor yo me abría
y ritmaba los viejos gestos de la amante
heredera de la visión
de un jardín prohibido.
La que soñó, la que fue soñada. Paisajes prodigiosos para la
infancia más fiel. A falta de eso -que no es mucho- la voz
que injuria tiene razón.
La tenebrosa luminosidad de los sueños ahogados. Agua
dolorosa.
El sueño demasiado tarde, los caballos blancos demasiado
tarde, el haberme ido con una melodía demasiado tarde. La
melodía pulsaba mi corazón y yo lloré la pérdida de mi
único bien, alguien me vio llorando en el sueño y yo expliqué
(dentro de lo posible), mediante palabras simples
(dentro de lo posible), palabras buenas y seguras (dentro de
lo posible). Me adueñé de mi persona, la arranqué del
hermoso delirio, la anonadé a fin de serenar el terror que
alguien tenía a que me muriera en su casa.
¿Y yo? ¿A cuántos he salvado yo?
El haberme prosternado ante el sufrimiento de los demás,
el haberme acallado en honor de los demás.
Retrocedía mi roja violencia elemental. El sexo a flor de
corazón, la vía del éxtasis entre las piernas. Mi violencia de
vientos rojos y de vientos negros. Las verdaderas fiestas
tienen lugar en el cuerpo y en los sueños.
Puertas del corazón, perro apaleado, veo un templo,
tiemblo, ¿qué pasa? No pasa. Yo presentía una escritura
total. El animal palpitaba en mis brazos con rumores de
órganos vivos, calor, corazón, respiración, todo musical y
silencioso al mismo tiempo. ¿Qué significa traducirse en
palabras? Y los proyectos de perfección a largo plazo; medir
cada día la probable elevación de mi espíritu, la desaparición
de mis faltas gramaticales. Mi suelo es un sueño sin
alternativas y quiero morir al pie de la letra del lugar
común que asegura que morir es soñar. La luz, el vino
prohibido, los vértigos, ¿para quién escribes? Ruinas de un
templo olvidado. Si celebrar fuera posible.
Visión enlutada, desgarrada , de un jardín con estatuas
rotas. Al filo de la madrugada los huesos te dolían. Tú te
desgarras . Te lo prevengo y te lo previne. Tú te desarmas.
Te lo digo, te lo dije. Tú te desnudas. Te desposees. Te
desunes. Te lo predije. De pronto se deshizo: ningún nacimiento.
Te llevas, te sobrellevas. Solamente tú sabes de este
ritmo quebrantado. Ahora tus despojos, recogerlos uno a
uno, gran hastío, en dónde dejarlos. De haberla tenido cerca,
hubiese vendido mi alma a cambio de invisibilizartne. Ebria
de mí, de la música, de los poetmas, por qué no dije del
agujero de ausencia. En un himno harapiento rodaba el llanto
por mi cara. ¿Y por que no dicen algo? ¿Y para qué este
gran silencio?

http://palabravirtual.com/index.php?ir=ver_voz.php&wid=2958&p=Alejandra%20Pizarnik&t=Extracci%F3n%20de%20la%20piedra%20de%20locura

CASIDA DE LA TENTADORA








Todos te desean pero ninguno te ama.

Nadie puede quererte, serpiente,

porque no tienes amor,

porque estás seca como la paja seca

y no das fruto.

Tienes el alma como la piel de los viejos.

Resígnate. No puedes hacer más

sino encender las manos de los hombres

y seducirlos con las promesas de tu cuerpo.

Alégrate. En esa profesión del deseo

nadie como tú para simular inocencia

y para hechizar con tus ojos inmensos.










Jaime Sabines

CONEXION










Dos cuerpos que se cruzan en el espacio de la atmósfera
y desde lejos se encuentran fusionándose en átomos van destino a la tierra.


La Osa Mayor se encela


alumbra el firmamento


y la constelación de estrellas


observa la fusión del meteorito


que se formo de centellas.



Una luz resplandeciente


te conduce a la ceguera


al hacerse el contacto con la tierra


rompiendo las escalas descendentes



que provocan la hecatombe


y la eclosión de mis alas tras la eterna espera
 y destruye la ventana al hacer rugir el tiempo que transportó mi esfera.


domingo, 22 de abril de 2012

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER (RIMAS)




[1]


Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y, otra vez, con el ala a sus cristales
jugando llamarán;
pero aquéllas que el vuelo refrenaban 
tu hermosura y mi dicha al contemplar,
aquéllas que aprendieron nuestros nombres...
ésas... ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar, 
y otra vez a la tarde, aún más hermosas,
sus flores se abrirán;
pero aquéllas, cuajadas de rocío,
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer, como lágrimas del día... 
ésas... ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón, de su profundo sueño
tal vez despertará 
pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ente su altar,
como yo te he querido..., desengáñate:

¡así no te querrán! 





[2]


Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de ese himno
cadencias que el aire dilata en las sombras.

Yo quisiera escribirle, del hombre
domando el rebelde, mezquino idioma,
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.

Pero en vano es luchar, que no hay cifra
capaz de encerrarle; y apenas, ¡oh, hermosa!,
si, teniendo en mis manos las tuyas,
pudiera, al oído, cantártelo a solas.




[3]


Saeta que voladora
cruza, arrojada al azar,
y que no se sabe dónde
temblando se clavará;
hoja que del árbol seca
arrebata el vendaval,
sin que nadie acierte el surco
donde al polvo volverá;
gigante ola que el viento
riza y empuja en el mar,
y rueda y pasa, y se ignora
qué playa buscando va;
luz que en cercos temblorosos
brilla, próxima a expirar,
y que no se sabe de ellos
cuál el último será;
eso soy yo, que al acaso
cruzo el mundo sin pensar
de dónde vengo ni a dónde
mis pasos me llevarán. 






[4]


Sacudimiento extraño
que agita las ideas,
como huracán que empuja
las olas en tropel;

Murmullo que en el alma
se eleva y va creciendo,
como volcán que sordo
anuncia que va a arder;
Deformes siluetas
de seres imposibles;

paisajes que aparecen
como al través de un tul;

Colores que fundiéndose
remedan en el aire
los átomos del iris
que nadan en la luz;

Ideas sin palabras,
palabras sin sentido;

cadencias que no tienen
ni ritmo ni compás;

Memorias y deseos
de cosas que no existen;
accesos de alegría,
impulsos de llorar;

Actividad nerviosa
que no halla en qué emplearse;

sin riendas que le guíe
caballo volador;

Locura que el espíritu
exalta y desfallece;
embriaguez divina
del genio creador...

Tal es la inspiración.

Gigante voz que el caos
ordena en el cerebro
y entre las sombras hace
la luz aparecer;

Brillante rienda de oro
que poderosa enfrena
de la exaltada mente
el volador corcel;

Hilo de luz que en haces
los pensamientos ata;

sol que las nubes rompe
y toca en el zenit;

Inteligente mano
que en un collar de perlas
consigue las indóciles
palabras reunir;

Armonioso ritmo
que con cadencia y número
las fugitivas notas
encierra en el compás;

Cincel que el bloque muerde
la estatua modelando,
y la belleza plástica
añade a la ideal;

Atmósfera en que giran
con orden las ideas,
cual átomos que agrupa
recóndita atracción;

Raudal en cuyas ondas
su sed la fiebre apaga;

oasis que al espíritu
devuelve su vigor...

Tal es nuestra razón.

Con ambas siempre en lucha,
y de ambas vencedor,
tan sólo al genio es dado
a un yugo atar las dos. 



[5]

No digáis que, agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá no haber poetas, pero siempre
habrá poesía.

Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas,
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista,
mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías,
mientras haya en el mundo primavera,
habrá poesía.

Mientras la humana ciencia no descubra
las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista,
mientras la humanidad siempre avanzando
no sepa a dó camina,
mientras haya un misterio para el hombre,
habrá poesía.

Mientras se sienta que se ríe el alma,
sin que los labios rían;
mientras se llore, sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;
mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan,
mientras haya esperanzas y recuerdos,
habrá poesía.

Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran,
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira,
mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas,
mientras exista una mujer hermosa,
habrá poesía. 




[6]

Espíritu sin nombre,
indefinible esencia,
yo vivo con la vida
sin formas de la idea.

Yo nado en el vacío,
del sol tiemblo en la hoguera,
palpito entre las sombras
y floto con las nieblas.

Yo soy el fleco de oro
de la lejana estrella,
yo soy de la alta luna
la luz tibia y serena.

Yo soy la ardiente nube
que en el ocaso ondea,
yo soy del astro errante
la luminosa estela.

Yo soy nieve en las cumbres,
soy fuego en las arenas,
azul onda en los mares
y espuma en las riberas.

En el laúd, soy nota,
perfume en la violeta,
fugaz llama en las tumbas
y en las ruinas, yedra.

Yo atrueno en el torrente
y silbo en la centella,
y ciego en el relámpago
y rujo en la tormenta.

Yo río en los alcores,
susurro en la alta yerba,
suspiro en la onda pura,
y lloro en la hoja seca.

Yo ondulo con los átomos
del humo que se eleva
y al cielo lento sube
en espiral inmensa.

Yo, en los dorados hilos
que los insectos cuelgan,
me mezco entre los árboles
en la ardorosa siesta.

Yo corro tras las ninfas
que, en la corriente fresca
del cristalino arroyo,
desnudas juguetean.

Yo, en bosques de corales
que alfombran blancas perlas,
persigo en el océano
las náyades ligeras.
Yo, en las cavernas cóncavas
do el sol nunca penetra,
mezclándome a los gnomos,
contemplo sus riquezas.

Yo busco de los siglos
las ya borradas huellas,
y sé de esos imperios
de que ni el nombre queda.

Yo sigo en raudo vértigo
los mundos que voltean,
y mi pupila abarca
la creación entera.

Yo sé de esas regiones
a do un rumor no llega,
y donde informes astros
de vida un soplo esperan.

Yo soy sobre el abismo
el puente que atraviesa,
yo soy la ignota escala
que el cielo une a la tierra.

Yo soy el invisible
anillo que sujeta
el mundo de la forma
al mundo de la idea.

Yo, en fin, soy ese espíritu,
desconocida esencia,
perfume misterioso
de que es vaso el poeta. 



[7]

Como la brisa que la sangre orea


sobre el oscuro campo de batalla,


cargada de perfumes y armonías


en el silencio de la noche vaga:






Símbolo del dolor y la ternura,


del bardo inglés en el horrible drama,


la dulce Ofelia, la razón perdida,


cogiendo flores y cantando pasa. 





[8]

Del salón en el ángulo oscuro,


de su dueña tal vez olvidada,


silenciosa y cubierta de polvo,


veíase el arpa.






¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,


como el pájaro duerme en las ramas,


esperando la mano de nieve


que sabe arrancarlas!






¡Ay!–pensé– ¡cuántas veces el genio


así duerme en el fondo del alma,


y una voz, como Lázaro, espera


que le diga "¡Levántate y anda!" 








[9]

Cuando miro el azul horizonte


perderse a lo lejos,


al través de una gasa de polvo


dorado e inquieto,


me parece posible arrancarme


del mísero suelo


y flotar con la niebla dorada


en átomos leves,


cual ella deshecho.






Cuando miro de noche en el fondo


oscuro del cielo


las estrellas temblar como ardientes


pupilas de fuego,


me parece posible a do brillan


subir en un vuelo


y anegarme en su luz, y con ellas


en lumbre encendido


fundirme en un beso.






En el mar de la duda en que bogo


ni aun sé lo que creo;


sin embargo estas ansias me dicen


que yo llevo algo


divino aquí dentro. 






[10]

Besa el aura que gime blandamente


las leves ondas que jugando riza;


el sol besa a la nube en occidente,


y de púrpura y oro la matiza;


la llama, en derredor del tronco ardiente,


por besar a otra llama se desliza;


y hasta el sauce, inclinándose a su peso,


al río que le besa, vuelve un beso.














[11] 



Los invisibles átomos del aire 


en derredor palpitan y se inflaman, 


el cielo se deshace en rayos de oro, 


la tierra se estremece alborozada. 






Oigo, flotando en olas de armonías, 


rumor de besos y batir de alas; 


mis párpados se cierran...¿Qué sucede? 


Dime. 


–¡Silencio! ¡Es el amor que pasa! 







[12] 


–Yo soy ardiente, yo soy morena, 


yo soy el símbolo de la pasión; 


de ansia de goces mi alma está llena; 


¿A mí me buscas? 


–No es a ti, no. 






–Mi frente es pálida, mis trenzas de oro; 


puedo brindarte dichas sin fin; 


yo de ternura guardo un tesoro: 


¿A mí me llamas? 


–No, no es a ti. 






–Yo soy un sueño, un imposible, 


vano fantasma de niebla y luz; 


soy incorpórea, soy intangible; 


no puedo amarte. 


–¡Oh, ven, ven tú! 







[13] 

Porque son, niña, tus ojos 


verdes como el mar, te quejas; 


verdes los tienen las náyades, 


verdes los tuvo Minerva, 


y verdes son las pupilas 


de las houris del Profeta. 






El verde es gala y ornato 


del bosque en la primavera; 


entre sus siete colores 


brillante el iris lo ostenta; 


las esmeraldas son verdes; 


verde el color del que espera, 


y las ondas del océano 


y el laurel de los poetas. 






Es tu mejilla temprana 


rosa de escarcha cubierta, 


en que el carmín de los pétalos 


se ve al través de las perlas. 






Y, sin embargo, 


sé que te quejas 


porque tus ojos 


crees que la afean, 


pues no lo creas, 


que parecen sus pupilas 


húmedas, verdes e inquietas, 


tempranas hojas de almendro 


que al soplo del aire tiemblan. 






Es tu boca de rubíes 


purpúrea granada abierta 


que en el estío convida 


a apagar la sed con ella. 






Y, sin embargo, 


sé que te quejas 


porque tus ojos 


crees que la afean, 


pues no lo creas, 


que parecen, si enojada 


tus pupilas centellean, 


las olas del mar que rompen 


en las cantábricas peñas. 






Es tu frente que corona, 


crespo el oro en ancha trenza, 


nevada cumbre que el día 


su postrera luz refleja. 






Y, sin embargo, 


sé que te quejas 


porque tus ojos 


crees que la afean, 


pues no lo creas, 


que, entre las rubias pestañas, 


junto a las sienes semejan 


broches de esmeralda y oro 


que un blanco armiño sujetan. 






Porque son, niña, tus ojos 


verdes como el mar te quejas; 


quizás, si negros o azules 


se tornasen, lo sintieras. 







[14] 

(Imitación de Byron) 






Tu pupila es azul y, cuando ríes, 


su claridad suave me recuerda 


el trémulo fulgor de la mañana 


que en el mar se refleja. 






Tu pupila es azul y, cuando lloras, 


las trasparentes lágrimas en ella 


se me figuran gotas de rocío 


sobre una violeta. 






Tu pupila es azul y, si en su fondo 


como un punto de luz radia una idea, 


me parece en el cielo de la tarde 


una perdida estrella. 










[15] 

Te vi un punto y, flotando ante mis ojos, 


la imagen de sus ojos se quedó, 


como la mancha oscura orlada en fuego 


que flota y ciega si se mira al sol. 






Adondequiera que la vista clavo, 


torno a ver sus pupilas llamear, 


mas no te encuentro a ti, que es tu mirada, 


unos ojos, los tuyos, nada más. 






De mi alcoba en el ángulo los miro 


desasidos fantásticos lucir; 


cuando duermo los siento que se ciernen, 


de par en par abiertos sobre mí. 






Yo sé que hay fuegos fatuos que en la noche 


llevan al caminante a perecer; 


yo me siento arrastrado por tus ojos, 


pero adónde me arrastran, no lo sé. 








[16] 

(Tú y yo. Melodía.) 






Cenda flotante de leve bruma, 


rizada cinta de blanca espuma, 


rumor sonoro 


de arpa de oro, 


beso del aura, onda de luz: 


eso eres tú. 






Tú, sombra aérea, que cuantas veces 


voy a tocarte, te desvaneces 


¡como la llama, como el sonido, 


como la niebla, como el gemido 


del lago azul! 






En mar sin playas onda sonante, 


en el vacío cometa errante, 


largo lamento 


del ronco viento, 


ansia perpetua de algo mejor: 


eso soy yo. 






Yo, que a tus ojos, en mi agonía, 


los ojos vuelvo de noche y día; 


yo, que incansable corro, y demente, 


¡tras una sombra, tras la hija ardiente 


de una visión! 








[17] 

(Serenata) 






Si al mecer las azules campanillas 


de tu balcón, 


crees que suspirando pasa el viento 


murmurador, 


sabe que, oculto entre las verdes hojas, 


suspiro yo. 






Si al resonar confuso a tus espaldas 


vago rumor, 


crees que por tu nombre te ha llamado 


lejana voz, 


sabe que, entre las sombras que te cercan, 


te llamo yo. 






Si se turba medroso en la alta noche 


tu corazón, 


al sentir en tus labios un aliento 


abrasador, 


sabe que, aunque invisible, al lado tuyo, 


respiro yo. 








[18] 



Hoy la tierra y los cielos me sonríen, 


hoy llega al fondo de mi alma el sol, 


hoy la he visto... La he visto y me ha mirado... 


¡Hoy creo en Dios! 








[19] 

Fatigada del baile, 


encendido el color, breve el aliento, 


apoyada en mi brazo, 


del salón se detuvo en un extremo. 






Entre la leve gasa 


que levantaba el palpitante seno, 


una flor se mecía 


en compasado y dulce movimiento. 






Como en cuna de nácar 


que empuja el mar y que acaricia el céfiro 


dormir parecía al blando 


arrullo de sus labios entreabiertos. 






¡Oh, quién así –pensaba– 


dejar pudiera deslizarse el tiempo! 


¡Oh, si las flores duermen, 


qué dulcísimo sueño! 








[20] 

Cuando sobre el pecho inclinas 


la melancólica frente, 


una azucena tronchada 


me pareces. 






Porque al darte la pureza 


de que es símbolo celeste, 


como a ella te hizo Dios 


de oro y nieve. 






[21] 

Sabe, si alguna vez tus labios rojos 


quema invisible atmósfera abrasada, 


que el alma que hablar puede con los ojos, 


también puede besar con la mirada. 

















[22] 


–¿Qué es poesía?, dices, mientras clavas 


en mi pupila tu pupila azul. 


–¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? 


Poesía... eres tú. 











[23] 

¿Cómo vive esa rosa que has prendido 


junto a tu corazón? 


Nunca hasta ahora contemplé en el mundo 


junto al volcán la flor. 






[24] 

(A ella. No sé...) 






Por una mirada, un mundo; 


por una sonrisa, un cielo; 


por un beso... ¡Yo no sé 


qué te diera por un beso! 






[25] 

(Dos y uno) 






Dos rojas lenguas de fuego 


que a un mismo tronco enlazadas 


se aproximan y, al besarse, 


forman una sola llama; 






dos notas que del laúd 


a un tiempo la mano arranca, 


y en el espacio se encuentran 


y armoniosas se abrazan; 






dos olas que vienen juntas 


a morir sobre una playa 


y que, al romper, se coronan 


con un penacho de plata; 






dos jirones de vapor 


que del lago se levantan 


y, al juntarse allá en el cielo, 


forman una nube blanca; 






dos ideas que al par brotan; 


dos besos que a un tiempo estallan; 


dos ecos que se confunden: 


eso son nuestras dos almas. 


















[26] 

Cuando en la noche te envuelven 


las alas de tul del sueño 


y tus tendidas pestañas 


semejan arcos de ébano, 


por escuchar los latidos 


de tu corazón inquieto 


y reclinar tu dormida 


cabeza sobre mi pecho, 


diera, alma mía, 


cuanto poseo : 


¡la luz, el aire 


y el pensamiento! 






Cuando se clavan tus ojos 


en un invisible objeto 


y tus labios ilumina 


de una sonrisa el reflejo, 


por leer sobre tu frente 


el callado pensamiento 


que pasa como la nube 


del mar sobre el ancho espejo, 


diera, alma mía, 


cuanto deseo: 


¡la fama, el oro, 


la gloria, el genio! 






Cuando enmudece tu lengua 


y se apresura tu aliento 


y tus mejillas se encienden 


y entornas tus ojos negros, 


por ver entre sus pestañas 


brillar con húmedo fuego 


la ardiente chispa que brota 


del volcán de los deseos, 


diera, alma mía, 


por cuanto espero, 


la fe, el espíritu, 


la tierra, el cielo. 


















[27]

Voy contra mi interés al confesarlo;


pero yo, amada mía,


pienso, cual tú, que una oda sólo es buena


de un billete del Banco al dorso escrita.


No faltará algún necio que al oírlo


se haga cruces y diga:


–Mujer, al fin, del siglo diez y nueve,


material y prosaica... ¡Boberías!


Voces que hacen correr cuatro poetas


que en invierno se embozan con la lira:


¡Ladridos de los perros a la luna!


Tú sabes y yo sé que, en esta vida,


con genio es muy contado el que la escribe


y con oro cualquiera hace poesía. 















[28] 

(¡Duerme!) 






Despierta, tiemblo al mirarte; 


dormida, me atrevo a verte; 


por eso, alma de mi alma, 


yo velo mientras tú duermes. 






Despierta, ríes y al reír tus labios 


inquietos me parecen 


relámpagos de grana que serpean 


sobre un cielo de nieve. 






Dormida, los extremos de tu boca 


pliega sonrisa leve, 


suave como el rastro luminoso 


que deja un sol que muere. 


¡Duerme! 






Despierta, miras y, al mirar, tus ojos 


húmedos resplandecen, 


como la onda azul en cuya cresta 


chispeando el sol hiere. 






Al través de tus párpados, dormida, 


tranquilo fulgor vierten, 


cual derrama de luz, templado rayo, 


lámpara trasparente. 


¡Duerme! 






Despierta, hablas y, al hablar, vibrantes 


tus palabras parecen 


lluvia de perlas que en dorada copa 


se derrama a torrentes. 






Dormida, en el murmullo de tu aliento 


acompasado y tenue, 


escucho yo un poema que mi alma 


enamorada entiende. 


¡Duerme! 






Sobre el corazón la mano 


me he puesto porque no suene 


su latido y de la noche 


turbe la calma solemne. 






De tu balcón las persianas 


cerré ya porque no entre 


el resplandor enojoso 


de la aurora y te despierte. 


¡Duerme! 















[29] 

Cuando, entre la sombra oscura, 


perdida una voz murmura 


turbando su triste calma, 


si en el fondo de mi alma 


la oigo dulce resonar, 


dime: ¿es que el viento en sus giros 


se queja, o que tus suspiros 


me hablan de amor al pasar? 






Cuando el sol en mi ventana 


rojo brilla a la mañana, 


y mi amor tu sombra evoca, 


si en mi boca de otra boca 


sentir creo la impresión, 


dime: ¿es que ciego deliro, 


o que un beso en un suspiro 


me envía tu corazón? 






Y en el luminoso día, 


y en la alta noche sombría, 


si en todo cuanto rodea 


al alma que te desea, 


te creo sentir y ver, 


dime: ¿es que toco y respiro 


soñando, o que en un suspiro 


me das tu aliento a beber? 










[30]

Sobre la falda tenía


el libro abierto;


en mi mejilla tocaban


sus rizos negros;


no veíamos las letras


ninguno creo;


sin embargo guardábamos


hondo silencio.


¿Cuánto duró? Ni aun entonces


pude saberlo.


Sólo sé que no se oía


más que el aliento,


que apresurado escapaba


del labio seco.


Sólo sé que nos volvimos


los dos a un tiempo,


y nuestros ojos se hallaron


¡y sonó un beso!






Creación de Dante era el libro;


era su Infierno.


Cuando a él bajamos los ojos,


yo dije trémulo:


–¿Comprendes ya que un poema


cabe en un verso?


Y ella respondió encendida:


–¡Ya lo comprendo!










[31]

Asomaba a sus ojos una lágrima


y a mi labio una frase de perdón


habló el orgullo y se enjugó su llanto,


y la frase en mis labios expiró.






Yo voy por un camino; ella, por otro;


pero, al pensar en nuestro mútuo amor,


yo digo aún: –¿Por qué callé aquel día?


Y ella dirá: –¿Por qué no lloré yo? 









[32]

Nuestra pasión fue un trágico sainete,


en cuya absurda fábula,


lo cómico y lo grave confundidos,


risas y llanto arrancan.






Pero fue lo peor de aquella historia


que, al fin de la jornada,


a ella tocaron lágrimas y risas,


y a mí, sólo las lágrimas. 









[33]

Pasaba arrolladora en su hermosura


y el paso le dejé


ni aun a mirarla me volví, y, no obstante,


algo a mi oído murmuró: –Ésa es.






¿Quién reunió la tarde a la mañana?


Lo ignoro; sólo sé


que en una breve noche de verano


se unieron los crepúsculos, y... fue. 





[34]

Es cuestión de palabras y, no obstante,


ni tú ni yo jamás,


después de lo pasado, convendremos


en quién la culpa está.






¡Lástima que el Amor un diccionario


no tenga donde hallar


cuándo el orgullo es simplemente orgullo


y cuándo es dignidad! 





[35]

Cruza callada, y son sus movimientos


silenciosa armonía;


suenan sus pasos, y al sonar recuerdan


del himno alado la cadencia rítmica.






Los ojos entreabre, aquellos ojos


tan claros como el día,


y la tierra y el cielo, cuanto abarcan,


arden con nueva luz en sus pupilas.






Ríe, y su carcajada tiene notas


del agua fugitiva;


llora, y es cada lágrima un poema


de ternura infinita.






Ella tiene la luz, tiene el perfume,


el color y la línea,


la forma, engendradora de deseos,


la expresión, fuente eterna de poesía.


¿Qué es estúpida? ¡Bah! Mientras callando


guarde oscuro el enigma


siempre valdrá lo que yo creo que calla


mas que lo que cualquiera otra me diga. 









[36]

¡No me admiró tu olvido! Aunque, de un día,


me admiró tu cariño mucho más;


porque lo que hay en mí que vale algo.


eso..., ni lo pudiste sospechar. 







[37]

Si de nuestros agravios en un libro


se escribiese la historia


y se borrase en nuestras almas cuanto


se borrase en sus hojas,


¡te quiero tanto aún! ¡dejó en mi pecho


tu amor huellas tan hondas,


que sólo con que tú borrases una,


las borraba yo todas ! 









[38]

Antes que tú me moriré; escondido


en las entrañas ya


el hierro llevo con que abrió tu mano


la ancha herida mortal.






Antes que tú me moriré; y mi espíritu,


en su empeño tenaz,


se sentará a las puertas de la muerte,


esperándote allá.






Con las horas los días, con los días


los años volarán,


y a aquella puerta llamarás al cabo...


¿Quién deja de llamar?






Entonces, que tu culpa y tus despojos


la tierra guardará,


lavándote en las ondas de la muerte


como en otro Jordán;






allí donde el murmullo de la vida


temblando a morir va,


como la ola que a la playa viene


silenciosa a expirar;






allí donde el sepulcro que se cierra


abre una eternidad,


todo cuanto los dos hemos callado,


allí lo hemos de hablar. 







[39]

Los suspiros son aire, y van al aire.


Las lágrimas son agua, y van al mar.


Dime, mujer, cuando el amor se olvida,


¿sabes tú adónde va? 







[40]

¿A qué me lo decís? Lo sé: es mudable,


es altanera y vana y caprichosa;


antes que el sentimiento de su alma,


brotará el agua de la estéril roca.


Sé que en su corazón, nido de sierpes,


no hay una fibra que al amor responda;


que es una estatua inanimada..., pero...


¡es tan hermosa!